*** por Francisco Bengochea
Al igual que en la Terapia Cognitiva hablamos de
“pensamientos automáticos” como fuente de malestar, pensamientos disfuncionales
que surgen de forma semiconsciente, podemos hablar también de “emociones
automáticas” que se generan sin que haya una causa justificada. De este modo,
identificamos muchas de nuestras emociones perturbadoras como injustificadas.
Igual que cuestionamos los pensamientos perturbadores y discutimos su validez
para desactivarlos, podemos cuestionar la validez de una emoción perturbadora
preguntándonos en qué medida responde a las condiciones reales de lo que está
sucediendo y si resulta pertinente y útil, o si por el contrario es arbitraria
y/o contraproducente e inútil.
Los pensamientos automáticos que son desactivados mediante
el análisis, dejan de generar malestar, si no de forma inmediata, sí a medio
plazo si insistimos en combatirlos con firmeza y constancia. Del mismo modo,
una emoción perturbadora que comprendemos (también mediante el análisis) que no
resulta adecuada (porque no se corresponde con la realidad o porque no tiene
ninguna utilidad), dejará de generar malestar si insistimos en no dejar que se
instale en la mente.
El proceso para desactivar estas emociones
disfuncionales (que lo son por no ser realistas, ya que de otro modo no nos
interesaría eliminarlas sino resolver los problemas prácticos que plantean)
consiste en analizar su contenido y su pertinencia y, una vez “falsadas”, dejar
de atenderlas “como si” fueran reales, dejar de “hacerles caso”. Con el tiempo,
la mente adquiere hábitos que se van instalando de forma paulatina, cambiando
nuestra manera de sentir la vida.