“Con
demasiada frecuencia reaccionamos a nuestros
pensamientos como si fueran la verdad absoluta, o como si debiéramos prestarles
toda nuestra atención. En el argot especializado, esta reacción recibe
el nombre de «fusión cognitiva».
“En
un estado de fusión
cognitiva parece como si:
-Los
pensamientos fueran realidad: como si lo que estamos pensando estuviera realmente
sucediendo.
-Los
pensamientos fueran la verdad:
nos los creemos a pies juntillas.
-Los
pensamientos fueran importantes: nos los tomamos
en serio y les concedemos toda nuestra atención.
-Los
pensamientos fueran órdenes: los obedecemos automáticamente.
-Los
pensamientos fueran sabios: asumimos que tienen
razón y seguimos su consejo.
-Los
pensamientos pudieran ser amenazas:
algunos pensamientos pueden ser muy inquietantes o
aterradores.”
“La defusión
cognitiva nos recuerda que los
pensamientos son solo [pensamientos]. En un estado de defusión, reconocemos
que:
-Los
pensamientos son meramente sonidos, palabras,
historias o pedazos de lenguaje.
-Los
pensamientos pueden ser ciertos o no; no nos los
creemos de forma automática.
-Los
pensamientos pueden ser importantes o no; les prestamos
atención solo si son útiles.
-Los
pensamientos en modo alguno son órdenes; ciertamente no
tenemos que obedecerlos.
-Los
pensamientos pueden ser sabios o no; no seguimos
automáticamente su consejo.
-Los
pensamientos [no] son amenazas; ni siquiera
los pensamientos más negativos [tienen por qué ser] inquietantes o
aterradores.”
Russ
Harris: La trampa de la felicidad (Ed.
Planeta)