*** por Francisco Bengochea
El principal asunto en cuanto a la influencia del pensamiento en nuestro bienestar, viene a ser el sufrimiento que causan las valoraciones negativas. Por una parte, esta negatividad puede ser provocada de manera en cierto modo ‘objetiva’, en cuanto que provenga de una apreciación ‘normal’ de circunstancias desfavorables. Hoy en día hay numerosos autores que defienden que no es una actitud sana el tratar de ver las cosas de un modo positivo cuando la realidad no es positiva. Por otro lado, todos podemos comprobar que una actitud optimista es mas productiva que una pesimista en cuanto que ver el lado bueno de las cosas nos hace sentir mejor y tomar mejores decisiones.
Una forma especialmente perniciosa de negatividad es la
valoración de eventos normales, neutros, no especialmente dañinos, como si
fueran verdaderos desastres o, cuando menos, como sucesos insoportables
que hay que evitar y combatir a toda costa. De hecho, nuestra
mayor fuente de sufrimiento es la
negatividad que surge de las malas interpretaciones, de la
evaluación de las circunstancias con sesgos negativos cuando una valoración ‘en
frío’, con una seria autosinceridad nos dice
que las cosas no son así, que no hay que por que tomarse a la tremenda cosas que pueden valorarse como normales, neutras o
decididamente tolerables.
Por eso, cuando nos sintamos mal, una de las formas de
intentar mejorar nuestro estado es preguntarnos si
la forma en que estamos valorando la situación es realmente objetiva, si lo que está sucediendo en realidad no
es tan malo, que quizás estamos exagerando. Percibir que quizás nuestro sufrimiento está provocado, mas que por la
situación en sí, por la descripción tan negativa
que estamos haciendo de ella, y darse cuenta de ello no mediante el
autoengaño, sino por medio del razonamiento lógico.