Muchas de las emociones que sentimos no se corresponden con la realidad. Esto se debe a que nuestras emociones están influenciadas por una variedad de factores, incluyendo:
- Nuestras experiencias pasadas: Las cosas que hemos vivido en el pasado
pueden afectar la forma en que
interpretamos las situaciones actuales y cómo reaccionamos
ante ellas. Por ejemplo, si en el pasado te han criticado tu trabajo, es
posible que te sientas ansioso y nervioso cada vez que tengas que
presentar un proyecto, incluso si tu trabajo actual es bueno.
- Nuestras creencias: Nuestras creencias sobre nosotros mismos,
el mundo y los demás también pueden influir en nuestras emociones. Por
ejemplo, si crees que no eres digno de amor, es posible que te sientas
inseguro y celoso en tus relaciones.
- Nuestros valores: Nuestros valores son los principios que
consideramos importantes en la vida. Cuando sentimos que nuestras acciones
o las acciones de los demás no están de acuerdo con nuestros valores, esto
puede desencadenar emociones
negativas como la ira, la frustración o la culpa.
- Nuestra salud física: Nuestra salud física también puede afectar
nuestro estado emocional. Por ejemplo, si no dormimos lo suficiente o no
comemos alimentos saludables, es más probable que nos sintamos irritables y de mal humor.
- El estrés: El estrés puede tener un impacto significativo en nuestras emociones.
Cuando estamos estresados, es más probable que experimentemos emociones negativas como la ansiedad, la ira y la tristeza.
Saber si nuestras emociones se corresponden o no con
la realidad puede ser un desafío, ya que las emociones son subjetivas y la realidad puede ser interpretada de
diversas maneras. Sin embargo, existen algunas
señales que pueden ayudarte a identificar
una posible discrepancia:
1. Intensidad
de la emoción: Si la intensidad de tu emoción no coincide con la situación, es posible que esté distorsionada. Por ejemplo, si te sientes extremadamente ansioso
por hablar en público ante un pequeño grupo de personas, es posible que tu
emoción esté exagerada.
2. Duración
de la emoción: Si una emoción negativa persiste mucho
tiempo después de que haya pasado el
evento que la provocó, es posible que no se corresponda
con la realidad. Por ejemplo, si sigues sintiendo
rencor por algo que sucedió hace mucho tiempo, es posible que tu emoción sea desproporcionada.
3. Impacto
en tu comportamiento: Si tus emociones están interfiriendo con tu capacidad para funcionar en tu vida diaria, es posible que no se correspondan con la realidad. Por
ejemplo, si evitas hablar en público debido a la ansiedad, es posible que tu miedo sea excesivo.
4. Incoherencia
con tus pensamientos: Si tus emociones no coinciden con tus pensamientos racionales, es posible que estén distorsionadas. Por ejemplo, si piensas que eres una persona incompetente pero en
realidad tienes un buen desempeño en tu trabajo, es posible que tu emoción de
autodesprecio no se corresponda con la realidad.
5. Comparación
con la realidad: Si puedes comparar tu reacción emocional con la de otras personas en la
misma situación, esto puede ayudarte a determinar
si tu emoción es apropiada. Por ejemplo, si todos los demás en la sala parecen
estar tranquilos durante una presentación, pero tú te sientes ansioso, es posible que tu ansiedad sea excesiva.
Darse cuenta de la irrealidad de una emoción negativa
es un paso crucial para poder cambiarla. A menudo, nuestras emociones negativas se basan en pensamientos distorsionados o creencias irracionales
que no se ajustan a la realidad. Al identificar estos pensamientos y creencias, podemos comenzar a desafiarlos y reemplazarlos por otros más positivos y realistas.
Aquí hay algunos pasos que puedes seguir para darte cuenta de la irrealidad
de una emoción negativa:
1. Identifica
tu emoción: El primer paso es reconocer que estás experimentando una emoción negativa.
Presta atención a tus sentimientos físicos, pensamientos y comportamientos.
¿Qué te hace sentir así? ¿Cuáles son los pensamientos
que pasan por tu mente?
2. Cuestiona
tus pensamientos: Una vez que hayas identificado tu emoción, comienza a cuestionar los
pensamientos que la sustentan. ¿Son estos
pensamientos realmente ciertos? ¿Hay
evidencia que los apoye? ¿O son más bien pensamientos
distorsionados o basados en creencias irracionales?
3. Reevalúa
la situación: Intenta ver la situación desde una perspectiva diferente. ¿Cómo
interpretaría un amigo o familiar esta situación? ¿Hay otras formas de ver lo que está sucediendo?
4. Refuta
tus pensamientos negativos: Cuando identifiques un pensamiento negativo, rebátelo
con un pensamiento más positivo y
realista. Por ejemplo, en lugar de pensar
"Soy un fracaso", puedes pensar "Cometí un error, pero eso no
significa que no sea una persona válida".
Gemini y Francisco Bengochea